Hablemos de mitos en la vejez y edadismo

Puerto Rico es una sociedad que está experimentando un proceso de envejecimiento, y desde el trabajo social observamos las implicaciones sociales y familiares que esto conlleva. Sin embargo, es pertinente reconocer que, en muchas ocasiones, la intervención parte de ideas falsas que se tienen sobre la etapa de envejecimiento. Los mitos y estereotipos que se perpetúan desde la intervención social limitan el trabajo que se busca realizar con las personas mayores.

Reconocer e identificar los mitos y estereotipos que rodean a las personas mayores a través de los servicios sociales que se les ofrecen es una herramienta para reforzar a esta población y que no se les perciba como una carga social, sino, por el contrario, como parte importante de la sociedad. La marginación, aislamiento y falta de recursos que sufre esta población se deben a estos estereotipos que se reproducen desde diversos escenarios. Desde el trabajo social se debe apostar a reconocer a la persona mayor como autónoma e independiente, y, sobre todo, como un ente de derecho. Por tal razón, es importante que desde el trabajo social y otras profesiones busquemos la manera de ser agentes de cambio y lograr que la sociedad deje de ver a la vejez como una carga social.

En beneficio de los procesos de intervención es pertinente entender cómo surgen estas ideas sociales. Las construcciones sociales se pueden definir como las ideas que surgen a la hora de abordar los acuerdos e interacciones sociales:

«Las situaciones de las que se ocupa el trabajo social son construcciones histórico-sociales que surgen de la interrelación de los sujetos entre sí que, guiados por objetivos intereses diferentes y con posiciones de poder diferenciadas y desiguales en la sociedad, generan situaciones de desigualdad, de desequilibrio interno en la propia estructura social.» (Fernandez, 2014, p.145)

Al aterrizar este tema en la vejez, debemos reconocer que los estereotipos pueden ser positivos o negativos. Carmen Carbajo Vélez (2010) señala que la vejez positiva “…hace referencia a la consideración de la persona mayor como sabio, cargado de experiencias, de alto estatus social, merecedor de un gran respeto y con clara posición de influencia sobre los demás” (p. 88). Por otro lado, presenta la negativa como: “…un estado deficitario. La edad lleva consigo pérdidas significativas e irreversibles” (p. 88).

Cuando hablamos sobre estas ideas falsas y cargadas que existen sobre la vejez se reconoce como edadismo. Según la Organización Mundial de la Salud, el edadismo se define como la forma en la que pensamos, sentimos y actuamos con respecto a otras personas por razón de edad. El reto principal para combatir el edadismo es que lo podemos ver en diversos escenarios: profesionales, instituciones, individuales, familiares, sociales, etc. La responsabilidad de los profesionales del trabajo social es reflexionar y asegurar que desde su práctica no se perpetúen ideas y conductas edadistas. Algunas consecuencias que sufre la población mayor a causa del edadismo son deterioro de la salud física y emocional, aislamiento, soledad, deterioro en la calidad de vida y limitación de servicios.

Algunos de los estereotipos que pueden llevarnos a conductas edadistas son:

  1. Pensar que son o actúan como niños: La persona mayor de 60 años se debe tratar y reconocer como un sujeto de derecho. Durante cualquier proceso de intervención se debe validar, escuchar y respetar las decisiones, ventilaciones y deseos de la persona. Como profesionales del trabajo social, debemos garantizar una intervención reconociendo los derechos de las personas mayores de 60 años.
  2. No tienen la capacidad de aprender nuevas tareas: Todas las personas tenemos la capacidad de adquirir nuevas destrezas y aprendizaje.
  3. Enfermizos: Ser una persona adulta mayor de 60 años en adelante no es sinónimo de enfermedad. Pueden tener sus condiciones de salud y ser tratadas al igual que cualquier otra persona de otras edades.
  4. No saben lo que necesitan: Las personas adultas mayores conocen sus necesidades; tenemos que reconocer que son autónomos y tienen capacidades.
  5. Ya no son activos: Muchos de los adultos mayores se mantienen activos integrándose en la familia y comunidad, como así también realizando diversas actividades que les agraden y sean accesibles.

Por: Amada Z. García Gutiérrez, MTS Mariangely Lebrón Nuñez, M